
“La expresión emocional del individuo constituye una unidad: no es la mente la que se encoleriza ni el cuerpo el que golpea: es el individuo el que se expresa” (Alexander Lowen)
Existe una condición responsable posibilitadora de la formación de los síntomas y los cuadros psicosomáticos: la relación de resonancia estrecha entre afecto y soma (cuerpo).
Siempre que una emoción se activa, algo del cuerpo está comprometido, lo registre o no la conciencia. El cuerpo es un territorio apto para la “facilitación somática”, es decir, para que lo psíquico se encarne, para hacer más evidente, de un modo sufriente, la encarnadura existencial.
Por otra parte, en el cuerpo se inscribe la historia de cada cual, en el cuerpo se producen anclajes históricos que dan cuenta de experiencias, traumatismos, pérdidas, etc.: es en este sentido que se puede afirmar que existe una memoria corporal, que recuerda lo que olvida el psiquismo…ES por esto que Freud decía que el síntoma es conmemorativo del hecho traumático, es el resultado simbólico de un conflicto.
De modo, entonces, que el síntoma está en el lugar de un afecto que falta. Si la persona pudiera expresar ese afecto, la presencia del síntoma carecería de sentido y sencillamente, no habría lugar para tal manifestación somática.
Dicho de otro modo: si se pudiera recordar el hecho traumático, no habría síntoma. Esto hace pensar que el síntoma es una manera de recordar, es un intento fallido de sincerar la sombra, lo rechazado y reprimido.
Los afectos vuelven como síntoma al cuerpo y el destino de estos afectos está determinado por la geografía del cuerpo, ya que éste impone condiciones de expresión a los afectos.
La tristeza no va a cualquier parte sino a ciertos y determinados lugares que están asociados como claves de inervación somática, con esta emoción. Así, la melancolía puede aparecer en el aparato digestivo asociada con acritud; en la hepatitis con amargura; en las enfermedades cardíacas con añoranza y nostalgia; en el repiratorio con desaliento; en la osteoporosis con vivencias de desmoronamiento; en las várices, con afectos de sentirse atormentado y “mala sangre”; en la diabetes, con hastío e incapacidad de gozar de las dulzuras de la vida; en los riñones, con desazón; en el hipotiroidismo, con humillación y sentir el mundo como un espacio adverso, etc. Esto quiere decir que una misma emoción puede ser la causa de varios síntomas diversos y que, según como se particularice, será el segmento del cuerpo que grite como síntoma.
Las formaciones psicosomáticas se sustentan en la idea del “teorema emocional”!, que alude al sentido griego de la palabra “teorema” que implica “contemplación” de un orden exterior que permite descubrir la trama del orden interior. Los “postulados” de este teorema son:
*** Los afectos están para ser sentidos
*** Cuando no se expresan como tales, pueden hacerlo mediante otras vías de sustitución
*** Cuando esto no se logra porque se los sofoca, no desaparecen, sino que siguen existiendo en lo inconsciente
*** Desde allí retornan como síntoma al cuerpo
*** Pero no retornan en cualquier lugar, sino que la geografía del cuerpo impone condiciones de expresión a los afectos
*** Estas condiciones están vinculadas a las claves de inervación somática de los afectos y a los anclajes de la historia personal.